El producto más valioso es el conocimiento, y la tendencia es a darlo en abierto. En esta ocasión no entraré en los porqués de esta aparente contradicción sino en postular algunas tendencias que, creo, se derivan del enorme cambio en el que estamos sumidos.
En primer lugar, la decadencia del sindicalismo en la Economía del Conocimiento. Los sindicatos se crearon en la Revolución industrial del siglo XVIII para defender los derechos de los obreros, los cuales, en aquel momento eran una mercancía de mercado (una commodity) al igual que las materias primas o la maquinaria de producción. Ahora, el trabajador del conocimiento lleva todos los medios de producir sobre sus hombros, en el cerebro, de modo que ya no es una commodity, perderlo pone en jaque a la empresa, y es irreparable si la empresa no ha conseguido previamente que ponga una buena parte de su conocimiento a disposición de sus compañeros.
En segundo lugar, nos viene encima un aumento exponencial en la velocidad de generación de conocimiento, porque al hacerse público el conocimiento, caminamos siempre a hombros de gigantes.
La pérdida de valor de los datos que almacenamos en nuestro cerebro y que podemos repetir sin pestañear. Cuando lo que sirve son las preguntas y no las respuestas, poco sentido tiene memorizar sin comprender, repetir sin cuestionarse. De modo que está aumentando el valor de nuestra capacidad de aprender y, sobre todo, de nuestro interés por aprender.
El aumento de la importancia de nuestra reputación, en especial, la reputación digital. Cuando caminas por la calle y ves a alguien escupir al suelo, normalmente, piensas mal de esa persona, y otros cuatro que lo han visto también; pero, probablemente, no te volverás a encontrar al escupidor o tampoco lo recordarás como para tenerlo en cuenta. Ahora es distinto, por un lado tenemos a adolescentes sobre-excitados que graban su primera borrachera con el teléfono móvil, luego lo cuelgan en Youtube, para que años más tarde se lo encuentre la persona de Recursos humanos que le va a entrevistar.
El abismo educativo entre personas que se preguntan el porqué de las cosas y las que no, entre las que leen y las que ven.
La vuelta a innovar, a las frases como renovarse o morir, a valorar la condición creadora del ser humano, a asumir riesgos y a hacer locuras. Hoy me despierto con una noticia sobre el DARPA, la agencia de investigación militar norteamericana, y es que se proponen crear un coche volador, una locura del DARPA, por fin, tras veinte años tristes, uno de los motores de la Investigación del siglo XX vuelve a funcionar, y es una magnífica noticia.