Historias sin moraleja III. Antonio el rectificador

Antonio me salvó de una depresión hace dos años cuando, el mismo día que estrenaba mi bici me cargué una rosca de la biela por ansioso. Acabé encontrándole tras penar por muchos talleres suplicando que alguien le metiera mano a una pieza de titanio; al oir esta palabra los mecánicos volvían la cabeza hacia sus máquinas y me decían: no voy a romper una broca de 500€ para hacerle una rosca nueva a tu biela; ¿por qué no te compras una nueva?. Cómo me doliía que una mecánico me invitara a comprar una pieza nueva. Qué poco orgullo profesional.

Encontré a Antonio en Rectificados Querejeta un oscuro taller próximo a la Plaza de Castilla, llevaba un farias adosado a su labio inferior; cuando le lloré mis penas alzó la vista y me dijo ¿han probado a echarle bien de aceite? Nadie había probado nada, sólo Jesús, el mecánico de Ciclos Otero cuya profesión poco tiene que ver con mecanizar metales, pero al menos él lo intentó. Poco a poco fue leyendo la pieza con distintos artilugios, se sorprendió con el diámetro de rosca no estándar que llevaba y le pregunté para qué iban a utilizar 14,1mm; para que no las arregles si se te estropean, me dijo, para que no hagas lo que estamos haciendo ahora.

Me contó que el ya le había aligerado al moto a Dantín cuando corría, le iba cambiando piezas de acero por titanio. Un millón de pesetas le costaba bajar un kilo la moto. Y es que, como Ramón el ciclista, Antonio el rectificador ama su trabajo; le gusta cerrar el taller habiendo superado un reto nuevo. Antonio resumió: le voy a comer un milímetro al titanio y le meto un casquillo. Asentí como si supiera de lo que estaba hablando; antes de que me marchara me dijo: porque… ¿cuánto pueden costar esta bielas? – 200€ – le dije quedándome bastante corto – nos han jodido, por eso no quieren que las arregles. Mañana la tienes.

El miércoles Antonio me tuvo que sacar de otro atolladero en la misma pieza al que una nueva chapuza me había llevado. En Rectificados Qurejeta sigue habiendo seis hombres mayores de sesenta años, sólo uno de treinta años cobra y controla los pedidos pero no se acerca a las máquinas. Uno de ellos estaba reparando los pistones de un Renault 4 del año 93. ¿Qué haremos en 2015 cuando todos ellos se hayan jubilado? ¿Por qué hemos llegado a despreciar profesiones tan hermosas como las de tornero, fresador o rectificador?

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *