En media hora presentamos INprendedores, experiencias y reflexiones sobre el arte del intraemprendizaje dentro de las organizaciones, un libro nacido de la colaboración de 16 personas de diversos ámbitos. Puedes descargarlo en este enlace. A continuación tienes mi aportación:
Autodiagnóstico intraemprendedor
Intraemprender, o empezar algo desde dentro de algo es gratificante pues dejas un legado, es divertido ya que haces algo que te gusta y lo haces tú, y es rentable porque suele ser un magnífico escaparate para que te vean desde fuera a corto plazo y también desde dentro a medio y largo plazo.
Algunas personas tenemos, de forma natural esa inclinación irresistible a cambiar las cosas que encontramos en nuestro camino; en ocasiones se nos confunde con ácratas, pero no es exactamente la acracia la inclinación de la que hablo, es algo más asimilable al inconformismo perenne, a no poder dejar de vueltas a las cosas; es utilizar nuestro espíritu crítico como alerta y nuestra creatividad para buscar una solución alternativa a la que vemos.
Controlar nuestra tendencia es, en ocasiones, fundamental para nuestra supervivencia laboral. Se debe evaluar el terreno y ver si es propicio para que las cosas cambien o no, y se debe tener también una política clara de comunicación, es decir, en muchas ocasiones hay que callar planes y en otras comunicar más abiertamente las cosas de lo que nos gustaría.
Pese a todo, intraemprender es una experiencia que nos hace crecer personal y profesionalmente, es divertida y suele ser rentable. Intraemprender tiene problemas, principalmente dos; en primer lugar, que no te van a entender en tu casa – es decir, serás un friki o un vago para el común de tus compañeros – pero sí te entenderán fuera, y esto es diferente de lo que les ocurre a los emprendedores a los que sí les valoran sus colegas emprendedores, pero normalmente no el mundo exterior. El segundo, es que tu obra, pese a ser tuya, no es exclusivamente tuya como le sucede a los emprendedores y eso llega a tu bolsillo porque un emprendedor de éxito acaba ganando mucho dinero, pero un intraemprendedor nunca llegará a esas cotas. La parte buena es que, cuando lo haces desde una organización tienes más recursos para llevarlo a cabo y marca para llevar tu proyecto al mercado, las posibilidades de éxito son, como mínimo, diez veces superiores a las del emprendedor y el riesgo de fracaso no es comparable porque el intraemprendedor percibe un salario de su organización, mientras que el emprendedor sólo puede dibujar su sueldo en un optimista plan de negocio.
Gestionar el éxito puede ser una complicación adicional, no olvides que morir de éxito es una muerte como otra cualquiera; todos soñamos con ella, hasta que te sucede y reparas en que no es un sueño sino una pesadilla. Si piensas en grande y haces bien las cosas, bien puede aparecer dentro de tu empresa algo demasiado grande; debes caerles bien a tus compañeros, pues, en ése punto, la estructura con la que cuentas, tu pequeña célula intraemprendedora, no será suficiente para gestionar eso tan grande que has creado y tienes poco tiempo para conseguir apoyos, porque el Mercado no va a tener paciencia contigo. Hay discusiones de esas que no llevan a ningún lado, como si el emprendedor nace o se hace, y no es mi objetivo llegar a tan altas conclusiones, pero sí que puedes ver si llevas camino de intraemprender y si estás en el lugar adecuado para hacerlo o no. Para ello, has de valorar alguna de las cosas que suceden a tu alrededor y tendrás que valorarte a ti mismo, porque, como decía Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”.
Estos son algunas de las situaciones más habituales y quizás no las hayas considerado suficientemente: piensa si la Dirección de la empresa quiere realmente hacer algo nuevo desde dentro, o al menos si van a entender que tú hagas algo nuevo allí. Tienes una serie de indicios para verlo: si hay una tendencia negativa en la empresa, si hay miedo ante algo que vaya a suceder, si…; el director busca una solución novedosa. Porque intraemprender en una organización que no quiere que se intraemprenda nada es predicar en el desierto; y, a pesar del cambio en el que estamos sumidos, organizaciones sin ganas de cambiar son como las meigas, “habeilas hailas”. Pensarás que van hacia la muerte, que no van a sobrevivir mucho tiempo en este ajetreado comienzo de siglo XXI, y quizás tengas razón, pero poco puedes hacer ante una Dirección que no está dispuesta a aceptar la salida del statu quo.
Después, mira hacia dentro, echa un vistazo a tu historial. Lo habitual en un intraemprendedor es que sus estancias no vayan más allá de los tres años en una misma empresa, si la compañía es grande, quizás permita el cambio radical de aires, bien por ubicación física o por cometido, también ese cambio lo podríamos contar como cambio. Fíjate en los emprendedores en serie, acaban de crear algo y ya están pensando en el siguiente proyecto, no se quedan a pilotar el barco que han construido; un ejemplo que te ilustrará es la construcción de un barco de carga; primero hay un equipo que lo dibuja y, luego, otro que lo construye para pasar, por último, a otro que lo bota y lo conduce por el mar; el emprendedor (intra o no) hace las dos primeras tareas, a saber: dibujarlo y construirlo, pero es el empresario o el gestor quien luego lo explota o dirige, todo esto se traduce en cambios de proyecto de forma habitual para el que es bueno dibujando y construyendo, pero no pilotando.
Parece evidente que un emprendedor (intra o no) no sólo tiene la idea, además la lleva a cabo; de ideas vivió Leonardo da Vinci, pero fue un contemporáneo suyo, Miguel Ángel, quien hizo La Piedad, El David o La Capilla Sixtina. Leonardo estudiaba y Miguel Ángel hacía; sólo el segundo era un emprendedor. Antes de lanzarte a intraemprender debes valorar tu tiempo. A los que tenemos hijos pequeños nos queda poco tiempo disponible fuera del trabajo, le sucede lo mismo a las personas con una intensa vida social. Intraemprender puede resultarle más fácil a los solteros que vivan en un lugar distinto del que les crió, quizás hayas pasado por la experiencia de llegar a un lugar nuevo a vivir, serás consciente entonces del tiempo del que dispones, si, además, careces de televisor, te darás cuenta que ésas son condiciones óptimas para focalizarse en un nuevo proyecto. De este modo, si dispones de más tiempo, también tendrás la posibilidad de crear tu propia empresa al margen de tu trabajo, siempre que tu contrato lo permita; que es una alternativa para entornos hostiles al emprendedor. Parece que vivimos buenos momentos para los profesionales independientes y las pequeñas empresas que hacen grandes cosas.
Valora también a tu inmediato superior. En muchas ocasiones, el intraemprendedor es un dolor de cabeza para su superior, si tienes empuje y ganas de cambiar las cosas atacas al statu quo de tu superior y de tus compañeros. Puede ayudarte el que tu jefe sea un judoka, es decir, que sepa aprovechar tu fuerza en su favor como hacen los luchadores de judo. Lo reconocerás porque son personas hábiles y bastante vagas que te aportan calma y te van cediendo protagonismo poco a poco; es una situación buena, pero con fecha de caducidad pues haces tus cosas y ganas visibilidad, pero te desgastas. Este caso tiene una peligrosa derivada, que, además de judoka, tu jefe sea o vaya convirtiéndose con el tiempo en un “chupacabras”, es decir, un vago aprovechado; en este caso, tu empuje se va agotando y transformando en mala leche, dejas de empujar sobre sus hombros y te decantas por el infalible golpe bajo; habitualmente, esto se materializa en una comida con el jefe de tu jefe. Pero piensa también que tener buenos resultados con un “chupacabras” sobre tus hombros es indicio de tu éxito intraemprendedor, aunque más te vale haber conseguido visibilidad antes porque ahí estarás quemado buscando la salida a toda costa; no te confundas, no te vendas barato, ante los demás habéis tenido éxito el “chupacabras” y tú.
Intraemprender exige una serie de cálculos previos, por ejemplo, el recorrido que puedes tener en tu empresa. Si la compañía es pequeña o joven, conviene analizar los últimos cambios que se han producido en la estructura de ésta, sacar la bola de cristal y ver cómo será la estructura en el futuro; piensa que el intraemprendedor no tiene hueco en los escalafones clásicos; supongo que debería encajarse en el Área de proyectos, pero este departamento es habitualmente una línea de negocio de consultoría pura y dura que poco tiene que ver con empezar algo desde dentro. Por último te recomiendo que dejes las murmuraciones y te focalices en tu propósito. Ten claro el destino – el camino sólo lo tienen claro unos pocos visionarios – y piensa en grande. Esto es común con los emprendedores. Piensa en hacer de tu empresa, de tu entorno y del Mundo algo mejor, usa tus fuerzas para superar las veces que no serás entendido por tus compañeros, úsalas también para sacrificar horas de tu tiempo libre porque el día a día de tus compañeros es el mismo que el tuyo, a no ser que trabajes en un centro aislado, así que vas a tener que hacer más horas que ellos. Merece especial atención la separación del centro de trabajo porque suele facilitar mucho las cosas al intraemprendedor, especialmente en el momento inicial en que todos quieren saber a qué te dedicas, pero tú no tienes nada que enseñarles.
Aunque es muy conveniente comunicarse con varios departamentos porque, como te decía antes, si tienes éxito los vas a necesitar, así que, de vez en cuando, intenta visitarlos. Probablemente, te meterás en muchos charcos de los que no serás capaz de salir por tí mismo, ahí los intraemprendedores tenemos una ventaja sobre los emprendedores, pues tenemos una organización detrás, pero tienes que ganarte a las personas.
Tienes tiempo para hacerlo, pues estarás un tiempo inicial trabajando en la sombra si es que la Dirección quiere que se emprenda desde dentro. Guy Kawasaki, en “El arte de empezar” dedica un capítulo a “El arte de ser buena persona”; su propuesta se resume en hacer favores a quien no te los puede devolver; tampoco es nada nuevo porque la Biblia ya dice algo así.El caso es que hacer favores a compañeros que no te los pueden devolver es rentable porque caerás bien, en línea con “La ley moral” de la que habla Sun Tzu en “El arte de la guerra”, y si les caes bien te devolverán el favor, bien ellos, bien otros con los que hayan hablado. Ese favor será sacarte del charco del que no podías salir por tí mismo.
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