Es curioso que comamos comida industrial, hagamos trabajos industriales y suframos una educación industrial, ¡pero nos guste lo artesano!
Es tanto lo que tenemos que aprender hoy para poder aportar a la sociedad que solo nos resulta posible a través del juego. Jugar nos hace humanos, nos sentimos diferentes y damos lo mejor de nosotros mismos cuando jugamos.
Hace unos días abandoné una proyecto educativo por la industrialización que padecía. Di unas pocas clases y obtuve la valoración mas alta de entre el profesorado pero fue suficiente para ver que tras unos alumnos diferentes había un sistema basado en la economía de escala; como nunca me he movido por el dinero tuve que dejarlo por ser contrario a mis convicciones. El alumno no es una materia prima que pasa a través de un sistema productivo; el alumno es una persona como tú y como yo.
El ser humano no es industrial, es diferente, es creativo en inteligente, le gusta ser amado y posee una enorme inteligencia emocional.
La Revolución Industrial fue una anomalía,
la globalización no es industrialización, nos hemos confundido y pensamos que sólo la economía de escala es de verdad productiva. Pero curiosamente fue en el sector de la automoción, uno de los mas industriales que existen donde apareció la manufactura ligera – Lean manufacturing – de la mano de Toyota, que después daría paso al movimiento de las startups ligeras – Lean startup -; aquí ya no se habla de industrializar a lo bestia sino de diseñar, probar y aprender de forma cíclica. Es decir, en el mismo seno industrial se dan cuenta de que hay que volver al prototipo, a la prueba y error que ha conducido nuestro aprendizaje a lo largo de los siglos.
Como sucede con cada nuevo Toyota que sale al mercado, incorporar una nueva dinámica de juego en educación exige un diseño por el que nadie está dispuesto a pagar. Y es que renegamos de la industrialización educativa pero tampoco queremos asumir el coste de diseño, con el bolsillo sí somos muy industriales.
¿Creéis que Toyota está donde está por despilfarrar el dinero? No, ha llegado hasta ahí porque a los ciclos de diseño, prueba, aprendizaje y rediseño les saca mucho más dinero del que invierte, ¿y no estamos dispuestos a hacer esto con nuestro sistema educativo? Viendo lo que hacen los que mandan, está claro que no. La corrupción y el corto plazo gobiernan también nuestra educación.
El ser humano tiene predisposición a jugar, nos encantan los premios sean del tipo que sean;
y los premios nos ayudan a convertir las experiencias en aprendizaje, incitan la participación y la motivación, hacen que el aprendizaje sea más formal y además lo hacen más social.
Hacer de la educación un juego no es ningún juego, no es cuestión de meter ordenadores en las aulas sino tiempo, talento y dinero.
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