Hay una cucaracha en cada empresa, bueno, realmente hay una persona más fuerte y resistente que las cucarachas porque una apocalipsis nuclear barrería de nuestro mundo a todos menos a las cucarachas y a ese taimado indestructible humano con superpoderes de cucaracha; pero la cucaracha de cada empresa no sólo sobreviviría sino que un mes después de la apocalipsis nuclear gobernaría a las cucarachas, ¡ese es el espíritu!
El caso es que esos supervivientes sólo llevan a la empresa a su extinción, en cambio los intraemprendedores tienen fecha de caducidad porque están ahí para cambiar las cosas y eso se acaba a no ser que un cambio se vaya enlazando con otro; no obstante el intraemprendedor se desgasta y genera desgaste.
Lo habitual en un intraemprendedor es que sus trabajos no pasen de los tres años en un mismo sitio, puede haber excepciones porque si la empresa es grande tal vez pueda cambiar de trabajo o de ubicación de dentro de la misma. Al igual que sucede con los emprendedores reincidentes que antes de finalizar un proyecto ya están pensando en el siguiente al intraemprendedor le suele surgir la inquietud por un nuevo proyecto cuando ve que aquello para lo que fue reclutado empieza a perder su sentido.
Lanzarse a intraemprender exige una serie de cálculos preliminares porque somos agentes de cambio pero no suicidas; conviene valorar el historial de cambios en la empresa, la antigüedad media de los que serán tus compañeros, anticipar como será la estructura en un futuro y sobre todo ser muy consciente del compromiso de la dirección con el cambio; sin esto último no hay nada que hacer.
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