¿Cómo no se me ocurrió a mí?

Esto estaba cantado,

un crecimiento económico basado en el endeundamiento y la especulación,

el crecimiento de las desigualdades entre ricos y pobres,

el consumismo inyectado en vena desde la más tierna infancia,

la carencia de valores más allá de acumular cosas que no tenemos tiempo para disfrutar,

el echar la mierda al mar, al aire y a la tierra pensando que son muy grandes y nos nos la rebotarán.

Todo eso nos tenía que llevar a esta situación, a no saber quién somos y mucho menos qué queremos. Claro, después de eso miramos atrás y nos vemos endeudados e insatisfechos, pero ya es tarde, ahora toca dejar de consumir como si lo fueran a prohibir y empezar a trabajar para pagar nuestras deudas, ¿o es que creíamos que el banco regalaba el dinero? Cualquiera podía haber adivinado hace diez años esta situación pero nadie lo hizo, es lo que en economía se llama un cisne negro, si estamos habituados a ver que los cisnes son blancos no se nos ocurre que vayamos a encontrarnos con uno negro.

Quizás sea porque no me veo diferente del negro que aparca coches en la esquina

Quizás, porque esta mañana lo he visto aterido de frío mientras me indicaba un sitio libre para aparcar,
quizás porque ayer vi una larga cola ante un dispensario de alimentos de Caritas,
quizás porque no me veo diferente de las personas que allí aguardaban.
Quizás porque en la calle duermen parejas jóvenes que se parecen a mí,
quizás porque esas personas no son ni mejores ni peores que tú,
quizás porque a veinte kilómetros de Tarifa aguardan personas que ansían pelarse de frío para decirme donde debo aparcar mi coche.
Quizás por todo eso debamos pensar en economía social, en igualdad, en cooperación, en justicia, y en futuro