Hackear la educación VII: Internet sí existe

Ya he comentado antes que nuestro sistema educativo obviaba el dinero como si los niños no supieran lo que cuesta un videojuego de Skylanders, una Barbie o un sobre de cromos. Nuestro sistema obvia también que Internet existe, que un niño con un teléfono en un examen puede tirar de Wikipedia y escribir un tratado sobre lo que se le pregunta, sin mas esfuerzo que el de copiarlo.

Resulta que muchos profesores, conscientes de esta debilidad del sistema le piden a los alumnos que redacten los trabajos a mano. Ya que lo vas a copiar de Internet, por lo menos te lo curras. ¡Genial!, volvemos al medievo y a los monjes copistas.

Por otra parte, la solución no es prohibir los dispositivos conectados a Internet en el aula sino aprovechar su fuerza y huir de actividades repetitivas y memorísticas. ¿Cuál es el problema? Que salirse del camino exige mucho esfuerzo. Tanto crear como valorar la creatividad exigen mucho trabajo y además se trata de un esfuerzo artesanal porque no hay dos alumnos iguales ni dos exámenes iguales. Claro que es muy cómodo corregir un examen con una plantilla pero eso ya lo pueden hacer las máquinas; el trabajo del maestro es motivar, guiar y comparar los resultados de los alumnos.

Podemos seguir mirando para otro lado y pensar que Internet no existe, que los alumnos no deben tener acceso a la información, que las soluciones a los problemas son coto exclusivo del docente, pero nos equivocamos de parte a parte. Cada día saldrán mas niños contestones e inquietos porque simplemente saben mas de la materia que el propio profesor, y será entonces cuando hayamos conseguido hackear la educación.

Hackear la educación III: colaboración por defecto

Sucede que ni la mayor empresa que ha habido nunca, como es Apple todavía puede lanzar algo sola. Sucede que Apple colabora con diseñadores, fabricantes y ensambladores de hardware; sucede que Apple llega al punto de tener un supermercado de aplicaciones donde un chico de quince años puede subir un programita y venderlo. Y ojo, Apple no es precisamente el paradigma de la colaboración sino un gigante del software y hardware propietario.

Si las mastodónticas empresas no pueden competir solas porque las expectativas del mercado son enormes, qué vamos a decir de las empresas pequeñas y más aún, de los propios individuos. Sí, hablo de empresas y de individuos porque este es el siglo de la iniciativa, algo que no nos enseñaron a las generaciones anteriores ni hay muchos profesores dispuestos a enseñarlo ahora. La correspondencia entre emprender y tener iniciativa no es biunívoca, es decir, no todos los que tienen iniciativa montan una empresa, pero sí que los que montan una empresa tienen iniciativa; iniciativa emprendedora en este caso.

Colaborar no sale gratis, se empieza dando para después recibir. El sector que quizás mas experiencia tenga en colaborar es el del software libre. Es curioso, en las comunidades de software libre los líderes acaban emergiendo antes o después, los jefes no se postulan sino que son elevados por los demás miembros de la comunidad; y normalmente la comunidad nombra lider al que más valor aporta. Es decir, para colaborar hay que aportar primero para ya veremos que pasa luego. Ni es gratis, ni siquiera hacerlo bien asegura tener premio, sino que debes conformarte con hacer cosas buenas y co hacer las cosas que quieres de verdad hacer.

Seguimos sin enseñar el trabajo en equipo mas allá de repetirnos lo importante que éste es; pero la auténtica educación se hace a través del ejemplo, y no damos ejemplo de trabajar en equipo ni de colaborar en nuestro día a día.

El título de esta cadena de post es, en si misma, una muestra de lo que la inteligencia colectiva. Me explico, a la primera entrega, yo la había titulado: Hackear la educación I: creatividad por decreto, quizás en recuerdo de una canción de Defcondos llamada Acción mutante (… mutilación obligatoria, amputación por decreto). Pero Lucas Cervera me comentó en Facebook que la creatividad no debería ser por imposición

Discusión en Facebook

El caso es que, en paralelo, Germán Muñoz, un chico de 17 años tuitea esa primera entrada con una serendipia – un hallazgo feliz – que yo, muy agradecido, tomo para mi blog, y la cosa se queda en creatividad por defecto.